En este momento, escucho las risas de las niñas que están en el patio de casa. Juegan y gritan sin temor a nada, ni a nadie. Las oigo reir hasta que se atragantan y pierden el sentido de la estabilidad, para dejarse caer al suelo y levantarse como si nada les doliera. Que bonita es esa edad en la que nada importa, en la que nada tiene sentido. En los que no tienes que afrontar nada más, que la fantasía en la que vives permanentemente. Hasta que creces.
Yo he crecido y ahora aquí sola, sentada en un salón enorme de paredes blancas. Dónde no se oye más que mi respiración y la de mi hija. El ventilador del pórtatil. El crujir de los árboles entra por una ventana y por la otra se ven las nubes ennegrecidas, pasearse por el cielo.
Una lágrima en mi ojo derecho amenaza con salir. Me pica el interior de la nariz, mi garganta se vuelve pastosa y mi otro ojo se nubla, con otra lágrima. Al final sólo parpadeo para que caigan las dos con suavidad sobre mi cara y humedezcan la comisura de mi boca.
Y mientras tanto pienso... ¿que hago yo aquí?.
Los comienzos como todos, son preciosos. Los días van pasando con lentitud y aprovechábamos cada uno de los segundos que teníamos. Pero ahora, ¿que hago yo aquí?.
Miro a mi alrededor y me encuentro sóla. Dónde están esas manos que tienen que levantarme cuándo me caigo. Dónde están esos brazos que tienen que estrujarme. ¡Dónde coño está todo el mundo!.
Reposan sobre el reposapiés, mis pies de uñas rojas. Sobre mis piernas una manta verde y ella sobre mis rodillas. Ella, mi hija. Siempre está a mi lado, sea cuándo sea. Nadie más que ella sabe cuándo necesito que me miren a los ojos, ella siempre lo hace. Me regala esa paz que lleva en el interior, la miro y se deshacen los nudos que me ahogan. Ella siempre está cuándo más la necesito. En esos momentos en los que no descuelgo el teléfono, para no preocupar a nadie. Para no hacer que nadie sufra. Porque nadie más que yo, tiene que tragarse lo que yo he tenido, hasta ahora.
¿Y porque digo "he tenido"?, realmente no lo sé. Pero sí que tengo claro que es "lo que he tenido" y no "lo que tengo". Porque lo noto todo distante, como si lo viviera desde una perspectiva en la que no me roza ni tan siquiera la ropa que llevo puesta. Porque hace tiempo que ya nada es lo mismo. Porque los problemas que he sorportado han sido demasiados, y seguir aguantándolos, ya no me afectan de la misma forma que antes. Por eso "he tenido".
Un nuevo grito entra por la ventana, enredándose en las rejas. Se queda colgado de mi pelo y entra por mis oídos. De la misma en que se ha colgado de mi pelo, la desgana, el aburrimiento, la innecesidad (palabra inventada), el abatimiento... Volverán aquellos días?, núnca van a volver. Porque desde hoy, en adelante. Voy a ser como las Gheishas. Siempre con una bonita sonrisa en los labios, complaciente sin ser vulgar y muy atenta a la compañía que en ese momento esté cerca de mí.
Hasta que me canse, Hasta que me aleje de éste mundo al que no pertenezco, por más y por mucho, que haya pasado en el por pertenecerle.
¿Dónde está todo éso que decían que esta tierra daba?, qué pasa, ¿que se tiene que ser diplómatico para tener todo éso que contaban, los del ayer?. Dónde estará todo eso bueno, donde se escondera la buena vida.
Yo no pertenezco a éste mundo, por más que lo intento. Por más que me he doblegado, que he aprendido, que me han jodido e incluso maltratado. Que me he rendido y que he resurgido de mis propias cenizas. No pertenezco a un espacio en el que nada me espera, cuando regreso.
Yo no merezco vivir en un lugar que la belleza sólo se queda a la altura de mis ojos garzos, enlagrimados (otra palabra inventada).
Yo quiero vivir escondida en unos brazos que me hagan hundirme en un pecho que lata de verdad, cuándo me mire a la cara. Que siempre que suspire cerca de mí, se le sequen los labios y los humedezca pensando en mis manos. Quiero quedarme muy pequeñita... tanto, que puedas llevarme escondida en tu bolsillo. Yo lo único que quiero, es mirarme el interior y ver como sonrío. Y no sentir la tristeza y la oscuridad que estoy sintiendo.
Las risas han dejado de oírse, ya no entran por mi ventana, ni se quedan enredadas en las rejas al entrar. Las nubes siguen ennegrecidas y caminan por el cielo sin dar cuentas a nadie. La viña se dobla azotada por el viento. Y ella sigue en mis rodillas, enroscada y mírandome a los ojos, mientras mueve con rápidez su naricilla e intenta subir a mi pecho para besarme. Para llevarse en su boquita mis lágrimas secas.
Ahora mismo, no pertenezco a nada ni a nadie. Ni siquiera a mi propio cuerpo. Me he elevado y he dejado que mi alma se vaya con el aire frío que entra por mi ventana. Dejándo que se escape por debajo de la puerta, sin quedar sobre éste sofá y bajo la manta verde, nada más que un cuerpo vacío, sin ilusiones, ni sentido.
Mysteries.
21/7/11
Viviendo en un mundo aparte.
Pensamientos de... Mysteries. Sobre, 18:36
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