14/5/11

Una tarde cuaquiera.

Me siento sola tantas veces en el silencio de la tarde,

que sentarme en el sofá y mirar por la ventana
ya es algo rutinario.

Un libro muy pesado reposa sobre mis piernas .-cruzadas-.,
observo las hojas de los árboles bailando al son del viento.
Es increible lo bien que se complementan, a pesar de ser tan diferentes.
El viento fuerte y vigoroso,

la hoja débil y sencilla.

No será la primera vez en que me sienta una de esas hojas,
débil y sencilla,
asustadiza y tímida,
huidiza de las ramas que intentan sujetarla.

Demasiadas son las veces en que me siento perdida en el tiempo,
sintiendo que ésta época, que éste tiempo no es el que tengo que vivir.
Quizás me equivoqué de tiempo,
quizás ya viví en el pasado y aún no lo tengo claro.
Son muchas las veces en que me siento sola en el sofá,
a observar el paso de las nubes, bajo el cielo que cubre a todos aquellos que caminan a ras del suelo
y que nunca se paran a pensar, que no somos nada .-NADA-.,
absolutamente nada, bajo la fuerza que nos cubre.
Seres insignificantes que nunca acabamos de tener todo lo que queremos
y que siempre acabamos pidiendo más de lo que necesitamos.

El libro que sigue sobre mis piernas, de tapa dura y negra,
no se abre solo aunque con la mirada intente moverlo.
Tengo que ayudarle con mis manos, rozar su lomo,
arañar sus hojas y jugar con sus letras entre las yemas de mis dedos,
para que se abra a mi ojos.

Mi mente vuelve a entrar en mi cuerpo y mi cuerpo acaba realizando los mismos gestos de cada tarde.

Volver a posar la mirada sobre letras negra, que me llevan a un mundo aparte.
Mientras mis piernas siguen cruzadas y reposa mi espalda en un cojín.

Quizás todo sea un sueño idealizado,
pero, me siento sola tantas veces en el silencio de la tarde.


Mysteries.

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