9/5/12

Sonidos en el silencio.

Me encuentro sentada, sobre una unión perfecta de palos de madera que soportan todo mi peso. Nadie que me moleste, ní nadie que se entrometa en mis pensamientos. És en estos momentos cuándo intento dejar la mente en blanco, y sólo son algunas las veces que lo consigo.
Si nos pararamos a oír cada uno de los sonidos que me envuelven ahora mismo, nos daríamos cuenta de cuántos son los sonidos que pasan a nuestro alrededor y que "normalmante" pasaríamos por alto. Por el estrés, el trabajo, vida diaria, lo hijos, los amigos, compañeros, coches..., y un extenso etcétera.

Un jilguero canta con todas sus fuerzas, mientras que el sol refleja en sus colores. Más allá se oye una hurraca. Dos gorriones se pelean por galantear a una hembra. La oca se queja de que no le dején espacio en el pajar. El gallo que anuncia que la tarde está cayendo. Se oye el repicar del campanario del pueblo, son las siete de la tarde. Una niña que llora en el huerto de enfrente, porque su padre no quiere llevarla en brazos. Un coche que llega por la calle. Mi hija (4 patas), que chilla como una loca a la perra de la casa de al lado. Sólo hace falta un siceo, para que guarde silencio. Pero éso sería efectible cuándo estamos solas, ahora que ladran todos los perros de la calle es imposible.

Esperaremos unos minutos a que todo vuelva a la calma. Y es en estos momentos, cuando me pregunto...: ¿Que se oye en el silencio?.

Me descalzo para sentir la fría hierba bajo mis pies. Un grillo agita sus alas. Una abeja pasa por alrededor de mi pelo, mientras que me quedo totalmente inmovil. La misma mosca que lleva dandome la tabarra hace un rato, se sube a mi móvil y comienza a frotarse las manos. El viento que viene por el sur, azota las hojas de la hiedra enredada en la valla. El avión que vuela a kilometros de altura deja un leve sonido, mientras marca el camino por dónde se vá. Cuántas personas irán en su interior, pensando lo mismo que yo. Y hasta quizás desde esas alturas, no piensen en nada más, que en ellos mismos.
Se ha vuelto a hacer la calma. Ya no se oyen ni pajaritos, ni la perra de al lado, ni a mi hija. El teléfono no suena.
Ahora sólo se oye mi respiranción acompasada con el teclear de mis dedos.
He conseguido dejar de oír cada uno de los sonidos que me envuelven, para sólo oír el lento aspirar y expirar de mis pulmones. Ahora ni tan siquiera quiero seguir intuyendo el sonido de las teclas bajo mis dedos, mejor dejarlo aquí.


Miss.

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